viernes, 30 de diciembre de 2016

LOS DESCENDIENTES DEL PRIMER CALIFA ALMOHADE: LOS BAEZANOS 4ª PARTE

Idrīs al-Wāiq bi-llāh Abū Dabbūs

Este personaje tuvo el triste privilegio de ser el último califa en ocupar el trono del imperio almohade, después de una serie de campañas militares afortunadas, en las que alternó enfrentamientos con alianzas con los Banū Marīn. Ibn ,Iārī indica con claridad el origen de este personaje:

Mención del califato de al-Wāiq bi-llāh Abū ‘Alā’ y su periodo. […] Sus hermanos: fueron nueve, y él era el décimo. 

Eran conocidos como «los Baezanos» (al-bayyāsiyyīn). Sin embargo, Abū Dabbūs no pudo detener la descomposición del imperio, y cayó víctima de una intriga palaciega: […] la muerte de Abū Dabbūs y el final del reino de los almohades y de su dinastía fue el domingo día dos de muharram del año 668 (11 de septiembre de 1268), y concluyó con su gobierno el de la dinastía almohade mu’miní, de la que no queda rastro y sólo se mantiene el recuerdo, pues la eternidad sólo es de Dios. Menciona el jeque virtuoso Abū l-Qāsim al-Šawtī:

El domingo dos de muharram mencionado, el mismo día en que asesinaron a Abū Dabbūs, en el gran pabellón de la mezquita al-Qarawiyyīn de Fez, un hombre hermoso se sentó junto a mí y me recitó los siguientes versos: Se sucedieron en el poder los Banū Mu’min que estaban por encima del séptimo cielo Pensad, reflexionad y decid: «Loado sea Aquél cuyo reino no pasa ni perece» Se apartó de mí y memoricé los dos versos y anoté el día, y tres días después nos llegó la noticia de que la muerte de Abū Dabbūs se había producido en la fecha exacta [mencionada por el poeta]

 La caída del último mu’miní pone el sello a la historia de una familia que simboliza la decadencia y la desmoralización de la dinastía almohade, tras la renuncia a las enseñanzas de Ibn Tūmart, con la conversión de tres de sus miembros al cristianismo, mientras que los hijos del que consiguió ejercer el califato tuvieron que refugiarse junto a sus primos en Aragón, bajo la protección de Alfonso III.

La crónica objeto de nuestro estudio permite atisbar los últimos momentos de la dinastía, tanto en la península Ibérica como en el Magreb, en los casos de ‘Abd al-Haqq y de Abū Dabbūs, que complementan de forma muy interesante las noticias con las que contábamos de otras fuentes acerca de los baezanos.


Fuentes:


AL-QANTARA. REVISTA DE ESTUDIOS ÁRABES. CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS.

martes, 27 de diciembre de 2016

LOS DESCENDIENTES DEL PRIMER CALIFA ALMOHADE: LOS BAEZANOS 3ª PARTE

El rey de Baeza, ,Abd al-Haqq, converso al cristianismo

Los cronistas musulmanes son, por lo general y como es de esperar, por otra parte, muy remisos a entrar en detalles acerca de las conversiones de musulmanes al cristianismo, hecho que se produjo de forma masiva en distintos territorios y ciudades desde el comienzo del avance castellano en el siglo XI hasta la definitiva expulsión de los moriscos.


Por ello este texto tiene más valor, pues nos describe, aunque de forma escueta, la ceremonia en que ,Abd al-Haqq hizo pública su conversión: Y en él [año 659/1260-1261] se hizo cristiano (tanassara) al-Suwayyid Abū Zayd, hermano de Abū Dabbūs, en Sevilla. Alfonso101 (Alfunš) le cortó la barba con sus propias manos, lo cubrió con una túnica y lo puso en pie tomándolo de la cabeza (wa-waqqafa-hu ,alà ra’si-hi)102.

Cuando hubo vestido la túnica, subió a una cátedra (kursī) alta, que lo elevaba por encima de la gente, y entonces dijo: «Yo os declaro a todos los presentes, musulmanes, cristianos y judíos, que profeso la religión cristiana desde hace cuarenta años y que, habiéndolo ocultado, ahora me sincero y lo hago público: la religión de Jesús, hijo de María (al-Masīh b. Maryam) es la religión auténtica». Y Alfonso habló en su favor cuando los cristianos lo aceptaron jubilosamente en su religión103. Año 660 H [1261-1262]. …Y en él murió en Sevilla al-Suwayyid Abū Zayd, el converso al cristianismo, cuatro meses después de haberse convertido.

Resulta llamativo que en este texto, la única manera en que el cronista parece expresar su condena ante esta acción, que desde luego es un testimonio excepcional dada la mencionada reticencia de las fuentes andalusíes a dar noticias sobre conversiones de musulmanes al cristianismo, sea a través del empleo del diminutivo en el apelativo honorífico de Abū Zayd: al-Suwayyid.


La identificación de este personaje la podemos completar en otras fuentes, principalmente en la gran obra de Ibn Jaldūn, al-,Ibar, que señala a ,Abd al-Haqq b. Abī Muhammad al-Bayyāsī como la cabeza de la comunidad de mudéjares de Sevilla105. Que esta información llegara a los musulmanes del norte de África y del resto de al-Andalus no es de extrañar, puesto que sabemos de personas presentes en Sevilla hacia la época descrita que bien pudieron presenciar los hechos arriba mencionados y que, paulatinamente, fueron abandonando la ciudad para pasar a regiones controladas por los musulmanes donde habrían narrado sus experiencias.


Así, Muhammad b. ‘Alī b. ‘Abd Allāh b. Muhammad b. al-Hāŷŷ, ingeniero en la corte de los meriníes, fue hijo de un carpintero «de los mudéjares de Sevilla (min mudaŷŷanī Išbīliya)», que tras pasar su juventud en la capital hispalense pasó a la corte meriní, donde tendría ocasión de narrar algunos de los hechos de estos años106; en el mismo sentido podemos considerar la noticia referente a ‘Alī al-Dabbāŷ, que murió ocho días después de la conquista de Sevilla, de pena por no poder escuchar más la llamada del almuédano y sí el toque de las campanas.


Experiencias vitales de este tipo sin duda fueron frecuentes y por ello, otras vías de llegada para las noticias relativas a la conversión de ,Abd al-Haqq al norte de África no son descartables.

Resulta difícil considerar que los textos que hemos podido examinar anteriormente, que no figuraban en la obra de Ibn Abī Zar‘, al-Anīs al-mutrīb bi-rawd al-mi‘tār, fueran consideradas intrascen-dentes o poco significativas por Ibn Abī Zar‘.

En este caso concreto, la fuente nos permite documentar la suerte de una figura mítica de la Sevilla islámica: el rey de Baeza, ‘Abd al-Haqq, primer cadí de los musulmanes de Sevilla designado por Fernando III y converso al cristianismo en sus últimos días, según narra, como hemos visto, la anónima crónica magrebí.

La historia de ‘Abd al-Haqq muestra notables semejanzas con la de otro alcalde de los musulmanes que vivió circunstancias muy parecidas.

Se trata de al-Waqqašī de Valencia, uno de los personajes más controvertidos de la historia intelectual andalusí del siglo XI, cuya ortodoxia y religiosidad fue puesta en duda tanto durante su vida como tras su muerte, llegando a ser acusado de ateísmo.

Fue cadí de los musulmanes designado por el Cid y murió en Denia tras abandonar Valencia, sin haberse convertido al cristianismo, contrariamente a lo que se desprende del relato que se reproduce a continuación, carente de toda verosimilitud y que podría estar basado en la narración de la ajīra al-saniyya relativa a ,Abd al-Haqq. Como vamos a comprobar enseguida en el texto, el supuesto al-Waqqašī es presentado como un renegado del islam:

 …et veno antel aquel moro alfaqui que el fiziera alcayde, que auie nombre Alhuacaxi, aquel queb fiziera los viersos en razon de la çibdat de Valencia. Et este alfaqui Ariel mucho seruido desquel fiziera alcalde de los moros de Valencia, en asessegarlos et en ayer sus rentas bien paradas; et era tal en si, et de tan buen entendimiento et de tan buen seso, et era tan ladino, que semeiaua cristiano; et por esto se pagaua el Çid del et amaual. Et quando el Çid le vio ante ssi, preguntol que que era lo que querie; et commo mucho ensennado, finco los indios et besol las manos, et dixo: «Señor Çid Ruy Diaz, loado sea el nombre de Jhesu Cristo que uso troxo a este estado, que sodes señor de Valencia, vna de las nobles çibdades dEspanna! Lo que yo quiero, señor, es esto: fuy natural desta çibdat, et mios auuelos fueron daqui; et quando era moço pequenno, cautiuaronme los cristianos, et alli apris fablar tan paladinamente ladino; et muy de grado quisiera yo fincar en tierra de cristianos et seer cristiano; mas mi padre et mi madre, que eran muy ricos, quitaronme. Et fizome Dios tanta merced et diome tan sotil engennio que aprendi toda la leyenda de los moros, et fuy de los onrrados alfaquis que ouo en Valencia nin de los mas ricos, assi como sabedes, señor; et uos, por la uuestra merced, fiziestesme alcalde, et dietesme poder sobre todos los moros, yo por ventura non lo meresçiendo. Agora, sennor, uo cuydando en el mio coraçon que en que ley biuia, fallo que visque fasta agora en muy grant error, ca todo lo que Mahomat, el falso engannador, dio por ley a los moros, todo es enganno y barata. Et por esto, sennor, sennor, conuiertome a la fe de Jhesu Cristo et quiero seer cristiano et seer en su ley; pidouos por merced que me mandedes batear et poner qual nombre uso quisieredes, et daqui adelante quiero beuir connusco….


El hecho de que en este singular fragmento de la Estoria de España aparezca la narración de un hecho acontecido en el s. XIII que contiene trazos que lo asemejan a la biografía del al-Waqqašī histó- rico, que vivió en el siglo XI, nos muestra cómo las leyendas, para su cristalización, no necesitan que exista una gran lejanía entre el hecho real y el inventado.


La aparición de esta noticia en la ajīra al-saniyya, habida cuenta su condición de crónica surgida del medio cortesano meriní, además de la mencionada reticencia de los autores musulmanes a reconocer la realidad de la adopción del cristianismo por parte de sus correligionarios, parece servir al propósito de afianzar la legitimidad de los meriníes, que son presentados así como la mano que pone fin a la dinastía a la que pertenecía el renegado Abū Zayd. Posiblemente las noticias que aparecen en el Kitāb rawd al-qirtās de Ibn Abī Zar, y en otras fuentes de la época acerca de la familia de los Baezanos tuvieran esa misma intención legitimadora de la destitución de los Banū ,Abd al-Mu’min por parte de los Banū Marīn, tal como se refleja en el acontecimiento que se trata a continuación, en la persona del último baezano destacado.

lunes, 26 de diciembre de 2016

LOS DESCENDIENTES DEL PRIMER CALIFA ALMOHADE: LOS BAEZANOS 2ª PARTE

Al-Sayyid Abū Zayd ‘Abd al-Rahmān b. Abī ‘Abd Allāh Muhammad b. Abī Hafs ‘Umar b. ‘Abd al-Mu’min

No vamos a extendernos en la narración de la biografía de este personaje, pues las investigaciónes de E. Molina y de P. Guichard, nos dispensan de ello.

Este personaje mantuvo bajo su dominio la región de Valencia en tiempos previos a la conquista de Jaime I; su actividad política, independiente de la de los almohades de otras partes de al-Andalus, fracasó en mantenerse en el poder, del que fue desalojado por Zayyān b. Mardanīš.

Sin embargo, sí parece necesario insistir en la conmoción que supuso para los andalusíes la conversión de los personajes de esta familia al cristianismo. 

El propio Ibn ‘Iārī muestra la sorpresa que el comportamiento de ambos había causado:

Año 626 de la hégira [1228-1229]. Y en este año se separó Zayyān b. Mardanīš del sayyid Abū Zayd al-Bayyāsī, apartándolo de sí y asegurándose su lugar de Valencia.

El mencionado sayyid se unió a los cristianos y se quedó con ellos hasta que murió.


En cuanto a su hermano ‘Abd Allāh su historia es como se ha contado anteriormente y las actuaciones por las que fue conocido y destacado, y pedimos a Dios fuerzas y un castigo adecuado. 

Lo más extraño es que dos cristianos habían acudido a él poco antes, quiero decir al sayyid Abū Zayd y le dijeron: «Vemos que acudes a nosotros y que piensas entrar en nuestra religión...», y él negó lo que decían y los mató, y no fue a unirse a los cristianos como apóstata sino poco después de aquello, y se separó de su familia y de sus hijos y se asentó entre ellos. Luego cayó en desgracia entre los cristianos, lo rechazaron y lo dejaron de lado, y tras esto vivió poco tiempo


Fuentes:

AL-QANTARA. REVISTA DE ESTUDIOS ÁRABES. CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS.



domingo, 25 de diciembre de 2016

LOS DESCENDIENTES DEL PRIMER CALIFA ALMOHADE: LOS BAEZANOS 1ª PARTE







Los descendientes del primer califa almohade, ,Abd al-Mu’min, tuvieron un lugar de honor dentro del imperio almohade. Así lo indicael título de sayyid, aplicado a cada miembro de la familia, como demuestra el estudio de M. de Epalza.

Entre los sādāt se repartieron la mayor parte de los gobiernos de las ciudades andalusíes, aunque algunas ramas de la familia tuvieron una mayor influencia que otras.

Así sucede con los descendientes de Muhammad b. Abī Hafs ‘Umar b. ‘Abd al-Mu’min, los Baezanos, que desarrollaron una papel muy destacado en los últimos tiempos del imperio almohade y en su derrumbamiento.

Umar b. ,Abd al-Mu’min, abuelo de estos, fue el artífice de la fortuna de la familia cuando intervino de forma decisiva en la ascensión al trono de Yūsuf b. ,Abd al-Mu’min en detrimento de su hermano Muhammad. Por ello tanto él como sus hijos gozaron de gran relevancia dentro del imperio.


Cuatro miembros de la familia destacaron sobremanera:

‘Abd Allāh, ,Abd al-Rahmān, ,Abd al-Haqq y Abū Dabbūs. Huici no incluye
al tercero y añade a Abū ,Alī, gobernador de Tāzā, derrotado por los benimerines en 646/1248-124990 sobre el que contamos con muy pocos datos.

. ‘Abd Allāh b. Abī ‘Abd Allāh Muhammad b. Abī Hafs ‘Umar b.
‘Abd al-Mu’min al-Bayyāsī

Este personaje ha gozado de una cierta atención en la historiografía, aunque quizá menor de la que merecería, principalmente por la ausencia de noticias concretas acerca de sus actividades en las fuentes castellanas y por el carácter contradictorio de las aparecidas en las fuentes árabes, en especial al-Bayān al-Mugrib.

La fuente que menciona en un momento más temprano a alBayyāsī, al-Bayān al-Mugrib, nos lo muestra ya como uno de los principales personajes del imperio almohade, gobernador de Sevilla en el momento en el que se produce la ascensión de al-‘Ādil al califato en Murcia y, posteriormente, en Sevilla y Marrakech:

Su desplazamiento del gobierno de Sevilla, aunque resultara compensado
con el gobierno de Córdoba, posiblemente fuera la causa que le condujo a la rebelión contra el califa al que había jurado fidelidad solo un año antes.

También puede deberse a un intento de aprovechar la debilidad de las estructuras políticas del imperio, muy frágiles desde la derrota de las Navas de Tolosa, en provecho propio.

De cualquier modo al año siguiente se levantó en Córdoba y sitió al hermano del califa, Abū l-‘Alā’, en Sevilla:


Y en el año 623 [1226] se levantó ‘Abd Allāh al-Bayyāsī en al-Andalus. 

Le había nombrado gobernador de Córdoba, y abandonó la invocación de al-‘Ādil, salió de la obediencia almohade y pidió ayuda a los cristianos y les indicó las debilidades de aquel país. 

Les hizo entrar en Quesada (Qiŷāta) y en otras poblaciones de los musulmanes; [los cristianos] se apoderaron de los bienes, mataron a los hombres y se quedaron con las mujeres y los niños. Luego entró con ellos (al-Bayyāsī) en Hisn Bāŷa (Beja), Lūša (Loja) y en otras fortalezas musulmanas.


Quesada (Jaén)

Loja (Granada)



Se mencionan de este al-Bayyāsī hechos terribles, entre ellos que entró en la religión cristiana cuando era un anciano, y pedimos a Dios salud y un buen castigo (para él).

Ya en esta primera rebelión de la que nos informa Ibn ‘Iārī,aparece la mención al hecho que marcará la vida política y militar de este personaje: la colaboración activa con los cristianos, a los que entrega varias poblaciones.

En sí este asunto no resultaría novedoso, pues en distintas ocasiones habían recabado los príncipes de al-Andalus el apoyo militar cristiano, tanto en épocas anteriores como en el turbulento siglo XIII. Sin embargo, la conversión al cristianismo que le achaca Ibn ‘Iārī sí es relativamente novedosa, aunque la en-contramos, según podremos comprobar, en al menos otras dos ocasiones en la misma familia del último califa almohade.

El caso más conocido hasta el momento, investigado de manera exhaustiva por Emilio Molina, también aparece mencionado por las fuentes al referirse a ‘Abd Allāh al-Bayyāsī.

Tras la derrota sufrida a las afueras de Sevilla, la mayor parte de las poblaciones que se habían unido de grado o por la fuerza a alBayyāsī fueron cayendo en manos del gobernador de Sevilla: Y en este año volvió la gente de Hisn al-Qasar (Aznalcázar) a obedecer al gobernador de Sevilla Abū l-‘Alā’, y se apartaron del bando de al-Bayyāsī, del que Dios borre el rastro de su recorrido mentiroso y de su invocación falsa… y cuando Abū l-‘Alā’ hubo conquistado el mencionado Hisn al-Qasar, continuó su conquista de otras fortalezas del Aljarafe (al-Šaraf), de las que al-Bayyāsī no mantuvo sino las menos.

La siguiente noticia que nos ofrece Ibn ‘Iārī es, posiblemente, la que ha dificultado el análisis historiográfico de esta figura principal del siglo XIII andalusí.

Aunque en principio está en contradicción con lo reseñado más arriba por la propia crónica cosa nada extraña dada la manera de trabajar de Ibn ‘Iārī, que remienda las noticias de distinta procedencia en un mismo cuerpo sin someterlas a crítica pensamos que es posible ofrecer una interpretación razonable: 

En este año se levantó el vulgo en Córdoba contra el mencionado al-Bayyāsī, lo mató y envió su cabeza a Sevilla. 

Por su parte, el sayyid Abū l-‘Alā’ envió a la capital de Marrakech, la cabeza acompañada de una misiva al califa al-‘Ādil.

La muerte de este personaje se produjo, según señala Ibn ‘Iārī96, como reacción de los cordobeses ante la posibilidad de que hiciera entrar en la ciudad una guarnición cristiana, como ya había hecho en Quesada, en la propia Baeza, en Andújar, Martos y en una buena cantidad de fortificaciones rurales (burūŷ). Ibn Abī Zar‘ atribuye el asesinato de este personaje al alcalde de Almodóvar Ibn Yabūrak, mientras que de su conversión al cristianismo no contamos con tes-timonios documentales directos, pues la alusión de Ibn ‘Iārī no se materializa posteriormente en la narración del suceso.

En todo caso la actuación política de este personaje fue inequívoca, por lo que podemos dar por válida la alusión del cronista magrebí. La familia de la que formaba parte aportó un buen número de hombres destacados al siglo XIII andalusí, aunque probablemente el más sobresaliente entre ellos desarrolló casi toda su actividad en el Magreb.

El hermano que gozó de mayor suerte en estas lides, Abū Dabbūs, llegó a alcanzar el objetivo de su hermano ‘Abd Allāh en sus primeros años, el califato en Marrakech, con el laqab de al-Wāiq bi-llāh.




Fuentes:

AL-QANTARA. REVISTA DE ESTUDIOS ÁRABES. CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS. 

viernes, 16 de diciembre de 2016

Abū l-Haŷŷāŷ Yūsuf, Un baezano dedicado a la literatura, filosofía y la historia






Desgraciadamente, la información que tenemos sobre Bayyāsa (nombre árabe de Baeza) es demasiado escasa, fragmentaria y poco adecuada como para conocer en profundidad las claves de una época tan extensa e importante. La mayoría de las referencias que incluso hoy día se hacen sobre ese largo periodo histórico son exclusivamente en torno a hechos políticos o de armas y, en muchos casos, se inscriben más en el terreno de la reinterpretación de fábulas y leyendas y en la repetición de tópicos pseudohistóricos que en el análisis y la elaboración contrastadas de la documentación y la arqueología. 

Sabemos que entre los siglos IX-X, con la propagación de la rebelión muladí (los convertidos al islam) dirigida por el famoso ‘Umar ibn Hafsun, estas tierras fueron lugar de actuación de varios de estos rebeldes opuestos al proceso de consolidación del poder omeya, centralización del Estado y arabización de al-Andalus. También existen algunas referencias de las épocas de dominio de las dinastías norteafricanas; pero será entre los siglos XII y XIII cuando el nombre de Baeza aparecerá con mayor profusión ya que el proceso de conquista de al-Andalus por parte de la corona castellana tiene en esta ciudad una de las puertas fundamentales para acceder al valle del Guadalquivir desde los pasos naturales de Despeñaperros.

Algo se ha podido vislumbrar de lo que tuvo que ser la vida de una de las más importantes ciudades andalusíes del alto Guadalquivir. Sabemos que Bayyāsa fue cabecera de un iqlīm (distrito o comarca) de término bastante rico, diverso y extenso en el que, además de los típicos productos mediterráneos, sobresalían las huertas de su ruedo, las actividades agrícolas e industriales relacionadas con la seda, o el cultivo de su famoso azafrán que se exportaba al Zagreb y a Oriente en grandes cantidades y ponderado por autores como Yaqūt para quien «es el mejor y el más apreciado y conocido de los países del occidente musulmán». Su zoco reunía gran número de artesanos y comerciantes de todo tipo, como recuerda la torre de los Aliatares que nos habla de la presencia de un mercado de drogueros y perfumistas (sūq al-‛attārīn). Sabemos que, junto a la ciudad, existían un buen número de huertas regadas por las aguas de la Azacaya (al-siqāya: reguero, cauce, canal) junto a la que se levantaba, según Ibn al-Abbār, la arboleda de al-Baqī, donde parece que estuvo su cementerio (maqbara).
La mayoría de la población baezana estaba formada por personas de origen autóctono que progresivamente y casi en su totalidad se convirtieron al islam (los muladíes), por una minoría cristiana (mozárabes) que mantuvo sus creencias y que seguramente constituyó la población rural del distrito baezano, por individuos pertenecientes a algunos linajes árabes adnaníes y yemeníes que se establecieron en Bayyāsa y, en menor número, por grupos de  origen bereber. De la presencia de población judía en Bayyāsa no existen noticias, aunque la importancia de esta comunidad en época visigótica y las referencias a la judería baezana tras la conquista castellana nos pueden hacer pensar que se mantuvo en la etapa andalusí.

Entre esa población y a lo largo de periodo histórico tan extenso tuvieron que sobresalir numerosos baezanos conocidos por el desempeño de distintas actividades, aunque hasta nosotros no han llegado más que unas escasísimas referencias.

El dinamismo cultural que empieza a extenderse a partir de la etapa de las taifas en el siglo XI, dejó su huella en la presencia de intelectuales, tanto baezanos como provenientes de otras zonas de al-Andalus, que desarrollaron sus actividades en la localidad, haciendo de ella una verdadera ciudad en el aspecto cultural. Hay que resaltar que esa actividad intelectual estaba, en la época, casi reservada al ámbito de la enseñanza desplegada en las mezquitas y solía reunir en la misma persona conocimientos sobre distintas materias como las ciencias jurídicas, la historia, las matemáticas, la medicina y la poesía. También era común que estos intelectuales viajaran por al-Andalus y por diversos países del mundo islámico para enseñar y para recibir enseñanzas de otros conocidos maestros. Así, en Baeza residió durante un tiempo el famoso al-Šaqundī.

De entre ellos, el más sobresaliente quizá fue Abū l-Haŷŷāŷ Yūsuf. Este baezano, conocido por su patronímico al-bayyāsī (el baezano) aunque también recibió el sobrenombre de Ŷamāl al-Dīn (belleza de la religión), dedicó su vida a la literatura, la filosofía y la historia, alcanzando un notable prestigio tanto en al-Andalus como en el norte de África. Su biografía y las características de sus trabajos nos son conocidas fundamentalmente a través de Ibn Jalliqān.

Nació en Bayyāsa en septiembre de 1177 y murió en Túnez a principios de diciembre de 1255. Tuvo como maestro al cordobés Abū Bakr ‘Atīq al-Gāfiqī, coincidió varias veces con Ibn Sa‘īd al-Magribī y tuvo como discípulo suyo a  Abū ‘Abd Allāh Muhammad al-Ansārī que llegaría a alcanzar el puesto de secretario del califa al-Ma’mūn, del dirigente andalusí Ibn Hūd y del creador de la dinastía nazarí Ibn Nasr b. al-Ahmar. Gran parte de la vida de Abū l-Haŷŷāŷ Yūsuf  transcurrió en  Bayyāsa dedicado al estudio, a su formación intelectual y a impartir enseñanzas. Como era normal entre los intelectuales del mundo árabe en esa época realizó distintos viajes para completar sus conocimientos, hasta que la presencia del enemigo castellano a las puertas de Sierra Morena le obligó a abandonar definitivamente estas tierras. Primero fijó su residencia  en Sevilla, donde continuó dedicado al estudio y a la enseñanza durante los primeros años de la década de los 30 del siglo XIII; posteriormente se establecerá en Algeciras, donde vivirá un periodo tranquilo vitalmente y enriquecedor intelectualmente.

En el año 1241 ya se encuentra en la, para tantos andalusíes, acogedora Túnez, en su caso bajo la protección del emir Abū Zakariyyā‘ Yahyà, que conocía y admiraba los valores intelectuales del baezano. Allí desarrolló una amplia actividad intelectual que le permitió componer sus obras más conocidas y demostrar su erudición en lo relativo a la historia y la poesía árabes.

Entre sus obras más sobresalientes destacan dos trabajos de carácter histórico: el titulado Noticias de las guerras ocurridas en los primeros tiempos del Islam y el llamado Recordatorio al inteligente y advertencia al negligente; además de la antología de poemas sobre el valor en el combate denominada al-Hamāsa (el fervor).

Su vida estuvo, en gran parte, influenciada por la desesperanza producida por la triste percepción del declive de al-Andalus y por el doloroso exilio de su querida tierra, paulatinamente arrebatada por los castellanos, y a la que no regresó jamás. Es un ejemplo de las difíciles circunstancias que tuvieron que sufrir millares de andalusíes, abocados al abandono de la tierra de sus antepasados, la que les vio nacer, la de sus antepasados, a la pérdida de sus casas, sus bienes y trabajos, y, sobre todo, al profundo desarraigo que no podían llkenar en otros lugares de al-Andalus o en el norte de África. Y aunque Ifrīqiyya sirvió como lugar de acogida de muchos andalusíes,  la tristeza, la añoranza y la amargura acompañaron a muchos hasta el final de sus vidas.

Abū l-Haŷŷāŷ Yūsuf, el baezano, murió en Túnez el 4 de du l-q’ada de 635    (5 de diciembre de 1255).



Fuentes:


http://thechurchofhorrors.com/numero-15/2015/5/historia/un-baezano-en-la-corte-del-rey-de-tunez/

lunes, 12 de diciembre de 2016

CRISTOBAL DE ROJAS






Cristóbal de Rojas (Baeza,1 1555 - Cádiz, 1614) fue un ingeniero militar y arquitecto español. 

En Toledo obtendría su primera formación humanista, y se le conoce más tarde colaborando como aparejador o ayudante de Juan de Herrera en la construcción del Monasterio de El Escorial.


En el año 1586 se encuentra en Sevilla, donde adquiere un notable prestigio como arquitecto. 

En esta ciudad su obra emblemática es la Iglesia del Sagrario, cuyo proyecto realizó conjuntamente con los maestros Alonso de Vandelvira y Miguel de Zumárraga en 1615, si bien las obras se llevaron a cabo entre los años 1618 y 1662, aunque respetando básicamente el proyecto inicialmente aprobado. 


Iglesia del Sagrario de Sevilla

Vista interior



En el mismo año 1586 colabora como ayudante en labores de reconocimiento de las fortificaciones de Gibraltar y Cádiz y, a partir de ahí, desarrolló una intensa actividad como ingeniero militar, proyectando y construyendo fuertes por tierras de España y del norte de África.


Gibraltar. Juan de Rojas



En 1597, concluye su tratado sobre “Teoría y práctica de la Fortificación”, el primero de este género que se publica en España. Interviene en Sanlúcar de Barrameda en obras de importancia, siendo suya la conocida portada en piedra labrada del compás de la Iglesia de Santo Domingo, de marcado carácter manierista, fechada en 1596 y terminada diez años después. 



Por su condición de arquitecto e ingeniero militar fue designado para la reconstrucción y fortificación de la ciudad de Cádiz tras el violento asalto y saqueo angloholandés de 1596 y a él se deben las trazas para la reconstrucción de la vieja Iglesia de Santa Cruz, arruinada a consecuencia de dicho ataque.






A Rojas se debe el proyecto y diseño del Fuerte de San Felipe de La Mamora, posesión hispana en el norte de Marruecos durante buena parte del siglo XVII.




Su obra más importante fue el proyecto de fortificación de la ciudad de Cádiz, considerada la obra militar más ambiciosa emprendida en el país en tiempos de Felipe II y Felipe III, y de la que perduran importantes elementos como el castillo de Santa Catalina, edificado hacia 1598. 






A su muerte en Cádiz, en 1614, las obras de fortificación de esta ciudad fueron continuadas por el también ingeniero militar Ignacio de Sala, prolongándose durante parte del siglo XVIII.


A lo largo del XVI se había afianzado la opinión de que no cabía levantar una fortificación en condiciones si no mediaba el proyecto de un ingeniero. 

La generalización de las defensas abaluartadas, basadas en rigurosos esquemas geométricos y proporciones matemáticas, hizo que este oficio se hiciese imprescindible a lo largo del Renacimiento. Además, la profesión quedó imbuida de todos los caracteres del Humanismo imperantes en Occidente. 

El ingeniero no sólo debía dominar la traza de muros, fosos y baluartes, sino conocer la técnica de su traslado a figuras tridimensionales, toda vez que frecuentemente se hacían maquetas de los proyectos presentados para que sobre ellas decidiesen el Rey y su Consejo de Guerra. Pero había de ser también arquitecto, en cuanto que proyectista y constructor de edificios. 

Y de soldado, para que, partiendo de su experiencia militar, pudiese diseñar de acuerdo a los requisitos elementales del arte de la guerra. Además, y siguiendo a Francesco de Marchi, debía estar versado en historia, filosofía, música, medicina, leyes y astronomía (. Finalmente, y sin que fuese un requisito ordinario, este tipo de técnico podía ser reputado mercenario, ya que el bagaje de conocimientos sobre las características de las fortificaciones de cualquier frontera podía resultar de enorme interés para un enemigo dispuesto a atacarla.



Fuentes:


FRANCISCO TRUCHADO, UN TRADUCTOR DEL ITALIANO NACIDO EN BAEZA A MEDIADOS DEL SIGLO XVI







Francisco Truchado, nacido en Baeza a mediados del siglo XVI y que estuviera vinculado a lo largo de su vida a la Universidad de Baeza si bien no como profesor, fue el traductor de Le piacevoli notti [Las noches agradables]del escritor italiano Giovan Francesco Straparola quien publicara su obra en dos partes en la Venecia de 1550 y 1553. 








Su discutida traducción, por su moralismo, como se nota en el mismo título puesto, que conoció numerosas ediciones desde 1578, dos de ellas en Baeza, en 1581 y 1583, llevó el de Honesto y agradable entretenimiento de damas y galanes. 



Dado que las novelas cortas italianas constituyeron una de las influencias en la conformación del género en la literatura española y que al muy poco tiempo Miguel de Cervantes habría de publicar sus famosas Novelas ejemplares en su edición conjunta de 1613, la traducción de Truchado ha sido objeto de estudios y ediciones. 

Así el lector puede acceder al estudio y edición efectuados por Marco Federici, tesis doctoral que lleva por título Edizione di Francisco Truchado, «Honesto y agradable entretenimientode damas y galanes» (1569-1612)





Fuentes: Baezaliteraria

viernes, 9 de diciembre de 2016

CRISTOBAL LECHUGA Y EL MILAGRO DE EMPEL






Cristóbal Lechuga fue un capitán de los tercios españoles durante el siglo XVI y XVII, destacando también como ingeniero militar de su época.

Se le considera el ingeniero militar español de mayor capacidad técnica y de más fértil inventiva de los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII.

Gozó del aprecio de Juan de Austria y de Alejandro Farnesio. Por su destacado protagonismo en los sitios de Mäastricht, Tournay y, sobre todo, Amberes (1585), obtuvo el mando de la Artillería Imperial. Rindió las plazas de Huy y Calelet y venció al ejército francés den Doullens, demostrando un gran valor y sentido táctico.

Alejandro Farnesio

Juan de Austria



Cristóbal Lechuga fue un hidalgo baezano nacido a mediados del siglo XVI. Se cree que entre los años 1556 y 1557.

Antes de cumplir dieciocho años, se enrola en los tercios, en el de Sancho Dávila, y durante los siguientes años consiguió escalar del puesto de soldado hasta el puesto de capitán.



En 1585, el maestre de campo Francisco de Bobadilla lo nombra sargento mayor de su tercio a los 28 años de edad, 11 años de servicio militar.


Francisco de Bobadilla arresta a Cristóbal Colón en Santo Domingo. Grabado publicado en la Enciclopedia de Historia de los Estados Unidos de Harper en 1912




El 25 de julio de ese año, el Tercio de Bobadilla sale hacia Flandes por el Camino español. A su llegada a Flandes, el tercio es diseminado por las poblaciones cristianas católicas de la frontera para defenderlas de posibles ataques de protestantes.




El Tercio de Bobadilla estuvo en la jornada de Bommel, donde los holandeses rompieron los diques y anegaron la zona del río Mosa, y las tropas españolas acantonadas allí pasaron muchas penurias. Para colmo, tuvieron que combatir contra una flota de holandeses que navegaba por el terreno inundado. Los españoles, antes que desistir, combatieron como pudieron, hasta que un día, el día de la vigilia de la Inmaculada, el Mosa se heló, parando a los barcos holandeses.






De acuerdo con las crónicas, el 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, compuesta por unos cinco mil hombres, combatía en la isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal, bloqueada por completo por la escuadra del almirante Filips van Hohenlohe-Neuenstein. La situación era desesperada para los Tercios españoles, pues, además del estrechamiento del cerco, había que sumarle la escasez de víveres y ropas secas.

El jefe enemigo propuso entonces una rendición honrosa pero la respuesta española fue clara: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Ante tal respuesta, Hohenlohe-Neuenstein recurrió a un método harto utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo. Pronto no quedó más tierra firme que el montecillo de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio.

En ese crítico momento un soldado del Tercio cavando una trinchera tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción.

Anunciado el hallazgo, colocaron la imagen en un improvisado altar y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada:




Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien, que por intercesión de la Virgen María, esperaban en su bendito día.
Esa noche, se desató un viento completamente inusual e intensamente frío que heló las aguas del río Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo, atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Hohenlohe-Neuenstein llegó a decir: «Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro».


Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia.



Tras esto, el Tercio de Bobadilla fue reclamado en España. Lechuga esperaba obtener el puesto de maestre de campo, pero Alejandro Farnesio, decidió que quien ostentase ese puesto no fuera él, sino que fuera Manuel de Vega.

Entonces el hermano de Lechuga y su ayudante quisieron atentar contra el maestre de campo, lo que ocasionó que Lechuga fuese procesado, aunque no se encontró prueba alguna.


Tercer Duque de Palma


Fue quitado del puesto y estuvo entretenido sin mando alguno. Hizo un memorial de sus servicio a Felipe II de España y éste se lo recomendó al gobernador de los Países Bajos, el archiduque Ernesto, quien lo nombró teniente del capitán general de artillería de Flandes, monsieur La Motte. Durante este intervalo de tiempo, Lechuga escribió su tratado militar Discurso que trata del cargo de Maestre de Campo General y de todo lo que de derecho la toca en el Exército, sobre las atribuciones y cometidos del general en jefe.



Lechuga se fue a Lombardía, donde el conde de Fuentes le ordenó hacer un fuerte en el lago Como para conseguir que los españoles hiciesen el Camino español más corto, pues los franceses tenían pensado frenar la vía entre las posesiones españolas italianas y las posesiones españolas de Flandes en el puente de Gressin. Lechuga lo acabaría entre los años de 1603 y 1610.




En 1603 publica el discurso antes mencionado (el Discurso del capitán Cristóbal de Lechuga, en que trata de la artillería y de todo lo concerniente a ella, con un tratado de fortificación y otros advertimientos (Milán, Imp. de Marco Tulio Malatesta, 1611).




Incorpora un grabado con un retrato suyo y la aureola “El capitán Cristóbal Lechuga, natural de la ciudad de Baeza, aetatis suae 54".

En Lechuga existía la pretensión de crear una escuela de Artillería en Milán, finalmente lo consiguió y fue nombrado director en 1604. Entre 1605 y 1608 fue nombrado Teniente general de la Artillería del Estado (Milán). Como Teniente general de Artillería de Milán fue acusado de prevaricación y posteriormente encarcelado, aunque recuperó su libertad poco tiempo después al explicarse el posible fraude y cuantificarse mejor. En todo caso, su situación en Milán mejoró con el nombramiento como gobernador del Estado, de Juan de Mendoza, marqués de San Germán y después de la Hinojosa, que había servido a sus órdenes en Flandes en el Tercio de Bobadilla. Con él llegó a un acuerdo por el que abandona Milán, hacia 1613, siendo transferido a la Armada Real de la Mar Oceáno, con base en Cádiz. En este Tercio desempeñó el papel de Lugarteniente del Maestre de Campo General, Jerónimo Agustín.

Pero a Lechuga le cae la desgracia de ser acusado de prevaricación y desvío de caudales. El conde de Fuentes lo aparta de su lado y Lechuga escribe otro tratado: Discurso que trata de la artillería y de todo lo necesario a ella, con un tratado de fortificación y otros advertimientos.



Libre de cargos, vuelve a España, donde lo destinan en Cádiz, y participó con el Tercio de la Mar Océana en la conquista de La Marmora, un nido de piratas de la costa atlántica marroquí. Lechuga se destacó en ese combate pues consiguió salvar diez buques enemigos de las llamas que los propios piratas provocaron.


Felipe III






Por este hecho, Lechuga consiguió ser gobernador de la plaza por Felipe III de España, pero la zona era muy hostil e insalubre: de los 3.000 hombres que había allí destinados, sólo quedaban 500 hombres tras el transcurso de un invierno. Al cabo de cuatro años, Lechuga preparaba en su ciudad una capilla funeraria, pues veía cercana su muerte. No estaba equivocado, en 1619, los reyes de Marrakech y Fez decidieron atacar la fortaleza, pero el peligro se disipó cuando el rey de Marrakech murió. Pero los moros no tardaron en volver a atacar la posición, en 1622 estaban de vuelta, y no sólo eso, sino que una armada holandesa bloqueó el puerto. Es muy notable la epopeya de Alonso de Contreras, quien consiguió en poco tiempo armar una flota y llevar víveres y armas y munición, además de conseguir la paz con los marroquíes y destruir la flota holandesa.

Siendo gobernador de La Mámora,  fundó patronato en la iglesia de Santa Cruz, en 1618. Unos años después (1622) muere en su gobernación, siendo trasladados sus restos mortales hasta Baeza para descansar en Santa Cruz y posteriormente en la Catedral de Baeza.


Sepulcro de D. Cristobal Lechuga. Catedral de Baeza






Se distinguió como artillero e ingeniero de los ejércitos españoles de Flandes e Italia, llegando a ser «teniente de general de la artillería». Se le considera, generalmente, el ingeniero militar español de mayor capacidad técnica y de más fértil inventiva de los últimos años del siglo XVI y los primeros del siglo XVII. Dirigió la construcción del famoso puente destinado a la expugnación de Amberes en 1585, que llevaba noventa y siete cañones. Diseñó numerosas piezas de artillería, ideó un nuevo tipo de cureña y una cabria de tres pies, e introdujo el empleo de las llamadas «baterías enterradas».

Lechuga publicó, entre otras obras, un notable Discurso... de la Artillería (1611). El interés de este libro reside principalmente en su parte consagrada al trazado, moldeo, fundición y barrenado de los seis tipos de cañón propuestos por su autor. En ella detalla, también, minuciosamente la fabricación de morteros, bombas, cureñas, cabrias, cucharas y otras piezas. La obra incluye, por otra parte, un excelente resumen de fortificación. (En J. M.ª López Piñero et alii, Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, Barcelona, Ediciones 62, 1983, s. v. Lechuga, Cristóbal).




Fuentes:

Ediciones Universidad de Salamanca
www.veracruzbaeza.com
hidalgosenlahistoria


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